Work hard & hard work

20.5.17

A dos días de partir hacia el Campeonato de España tengo un esguince. Genial. No es que me duela mucho, puedo andar y correr perfectamente dado que la forma en la me doblé el pie fue un tanto extraña (hacia dentro y abajo), pero lo que en verdad me molesta son los comentarios.


Empecemos por el principio: como no me dolía y sólo estaba un poco morado e hinchado decidí entrenar (y lo he cumplido desde el martes que fue cuando ocurrió). La cosa es que una compañera (a la que no le reprocho nada) me ha dicho "Si te duele ¿para qué entrenas? Luego nos dejarás tiradas en el campeonato".
No me ha molestado lo que ha dicho, puesto que tiene razón; no se debe entrenar lesionado porque puede causar heridas mayores o una mala sanación de las mismas. Lo que ha hecho que me entrasen ganas de llorar ha sido lo que yo misma he pensado. "De todas formas da igual. No es que sea muy necesaria."

Pero eso no es todo. Posteriormente mi padre ha ido a hablar con el entrenador (estando yo ya en casa) y éste le ha preguntado por qué no le había dicho nada.


Simple. 

Me estoy ahogando. 

Cada vez que cojo un balón. Cada vez que me levanto del banquillo. Cada vez que tiro. Cada vez que juego... Porque yo no quiero ser la que se queda en el banquillo, de reserva por si alguna de las otras chicas necesita un descanso de un minuto. No quiero ser la que sólo sale cuando quedan 3 minutos y el partido ya está ganado. No quiero ser la que se sienta al final del banco y rellena las botellas de agua. No quiero ser de la que hablan mal a la espalda y critican cuando creen que no está escuchando.

Aún así, lo entiendo.
Y es que sé que no tengo el mayor físico, no puedo correr rápido; no soy la más alta; no soy la que más rebotes coge ni la que más canastas mete; no soy buena tomando decisiones ni haciendo pases; suelo equivocarme y volverme a equivocar; sé que tengo que esforzarme el doble que las demás para llegar a su nivel y aún así me falta mucho camino pero...

Doy todo lo que tengo por mi equipo. Me dejo la voz animando en los partidos; voy a TODOS los entrenamientos, ya sean voluntarios o no; si salgo, intento hacer lo mejor en la pista, sea un partido federado o de patronato; he entrenado durante todo el verano; he dejado de comer chucherías y chocolate como lo haría alguien de mi edad para tener una dieta más equilibrada y energética; cada vez que una compañera pensaba que había jugado mal, la he apoyado y animado como he podido; he ido por agua cuando tenían sed; he traído toallas cuando estaban sudando; he sufrido con ellas y  reído al ganar; he sentido las ganas de querer salir a jugar cuando íbamos perdiendo y luego me he dado cuenta de que eso no pasaría; he tratado de mantenerme fuerte cuando perdíamos y al volver a casa he llorado en silencio.

Mil veces me han dicho que si queremos salir se lo digamos al entrenador pero jamás he pronunciado palabra porque sabía que seguiría sentada en el banquillo. Porque sabía que cometería otro error y fallaría. Porque ya no tenía confianza en mi misma.

A lo que quiero llegar es a que siempre te dicen que te esfuerces más, que "si sólo lo intentaras un poco más saldrías más minutos", pero nadie valora el trabajo que pones en ello. Sólo quieren más y más. 

Sé que todo el texto es muy pesimista pero dejadme un tiempo para pensar algo bueno que enseñaros de mi historia. A lo mejor ya lo habéis encontrado.

Y con esto me despido hasta que vuelva la inspiración...

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